lunes, 20 de diciembre de 2010

REFUGIADOS/AS


El hombre del desierto esperó demasiado, dice la canción. Es cierto. Y el Gobierno español elude su responsabilidad a la hora de exigir con valentía una solución sostenible que atienda a las exigencias legítimas de los saharauis. No basta con gestos, no basta con la ayuda que el gobierno a través de sus oficinas de cooperación internacional otorga a los campos de refugiados en Tinduf. Hay que exigir que se respeten los derechos del pueblo saharaui en lo que respecta a su autonomía, a su territorio, a su soberanía.

Refugiados. Desplazados de sus hogares sueñan en su eterna noche con el retorno mientras el planeta duerme febril y agitado por las pesadillas.
Mira tu entorno más cercano. El paquete de tabaco descansando sobre la mesa de la cocina, el cenicero a medio llenar, la foto de tus hermanos en la estantería, congelados en aquel tiempo en el que la vida estaba aplazada y todo era más sencillo, el libro que te acompaña en el metro camino del trabajo, tu ropa dormida en el armario, la cama deshecha por la mañana, la cafetera que tiembla a punto de regalarte el segundo sabor del día (pongamos que el primero fue el de unos labios), tus discos ya gastados por el intenso girar que arranca el humo de sus melodías, las paredes de tu casa, su techo, el refugio en el que hiciste planes, amaste, soñaste, lloraste, el camino que te lleva al trabajo, la pequeña tienda de tu calle en la que un hombre de acento irreconocible introduce las viandas en la bolsa, el bar donde bebiste la penúltima cerveza, piensa en lo más pequeño y en lo más grande, en el armazón que rodea tu vida, dándole la forma equilibrada que sopesas en tus manos en las horas de balance.

Ahora piensa que te lo quitan todo. Que queda un hueco en tu pecho, en tu cabeza, que reducen a cenizas los recuerdos, que desclavan los alfileres que anclaban tu vida al tapiz de la historia, piensa que desaparecen todos los tesoros que acumulaste en una vida de esfuerzo y búsqueda. ¿Dónde refugiarse de tanta ausencia? ¿A qué aferrarse cuando en tu pasado queda un espacio en blanco allí donde se escribieron los días azules de la infancia? Quizá sea algo así ser un refugiado. Ver como el alma se parte en pedazos y uno trata de atar los restos con los alambres que encuentra camino del exilio.

Queda mucho por hacer. Y acordarse de vivir, es saber que estar vivo supone asumir el reto de devolverle la vida a aquellos a los que se la robaron.

[Ismael Serrano]


NOSOTROS/AS CONDENAMOS.

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